2/10/07

El Remedio Secreto de Trasgo

Una de mis facetas es la de "escritor", así que iré subiendo de vez en cuando algunos de mis escritos.

¡Espero que os guste!

Una escena, piense en un céntrico lugar de una gran ciudad, concretamente en un jardín o parque. Ahora, imagine un banco del color que prefiera, fabricado de madera o de metal, pintando o desgastado; eso no es lo que le importa del acto. Hasta le doy la oportunidad de colocarlo donde prefiera, delante de unos columpios o con vistas a una zona verde con fresca hierba.
A continuación, hágase una imagen mental de un hombre mayor, con pelo canoso, con un gran abrigo marrón con pequeños agujeros
en los bajos, con zapatos de cuero negro, unas gafas con sus lentes perfectamente claras, con los ojos azules y la piel arrugada sentado en el mismo banco que se imaginó. Ahora comienza el acto.

Hoy no se encontraba en condiciones para caminar hasta la casa de su hijo; vivía en uno de los barrios más lujosos de la ciudad, pero también el lugar más alejado. Siempre que quería visitarle, pasaba por el mismo parque, lleno de niños y de madres charlando. Se encontraba cansado, apoyado sobre su bastón se le hacía a cada paso más difícil caminar. Se detuvo para extraer de su bolsillo un pequeño pañuelo blanco con su nombre bordado en una esquina, quería estornudar y siempre acostumbraba a hacerlo sobre el pañuelo. Siguió su camino pero, el cansancio se abalanzo sobre él y observando un pequeño banco sin personas en él, decidió descansar para recuperar fuerzas.
“Soy viejo, alguien a quién nadie quiere ofrecerle una oportunidad para valorar la larga y dura vida que he vivido” Mientras se miraba sus arrugadas manos, pero sin levantar la vista, una voz reclamó su atención.
- ¿Me podría sentar en el banco? –Expreso el joven con mucha ecuación y seriedad.
Ni siquiera levantó la vista de sus manos, respondió afirmativamente y el joven deposito su mochila y se sentó al otro extremo del banco.
- No piense que usted es viejo – Dijo el joven al instante de sentarse.
El señor, asombrado por las palabras del joven, decidió observar quien le había dicho aquello que tanto necesitaba escuchar. El joven era un chaval de unos diecisiete años, con un abrigo que le venía muy grande, con un gorro rojo en la cabeza. Su rostro estaba lleno de felicidad, miraba fijamente al rostro del anciano y cuando fijó sus ojos sobre los del joven, éste apartó la mirada y empezó a observar sus manos.
- Perdóname señor, no quería entrometerme en sus pensamientos, pero no piense que es viejo, y mucho menos que ha vivido la vida; habrá aprendido muchísimo de ella, pero nadie la conocerá jamás.
- ¿Cómo se llama? – Expresó el señor con gran curiosidad sobre aquel joven avergonzado.
- ¿Por qué me habla de usted? No soy nadie en esta vida para que la gente me vaya hablando de usted, solo soy un bebe de la vida. Me llamo Trasgo, y le vuelvo a pedir disculpa por molestarle. – La voz del joven se había serenado.
- No molesta, tranquilo. Y le hablo de usted porque así me han educado. ¿Cómo puede un chaval como tú pensar de ese modo?
- ¿Cómo pienso? Como lo suelo hacer. Le vi observándose las manos y pensé que reflexionaba sobre su vejez. No merece la pena demorarse por ese asunto, además, sus ojos azules y claros indican que siempre posee la esperanza en su corazón. Es un verdadero logro consérvala en la actual vida.
El anciano, perplejo hacia tales palabras, solo pudo limitarse a llorar, pero intentó disimular las lágrimas. Nadie en su vida le había hablado de tal modo, parecía que el joven conocería al anciano de siempre. Buscó en su bolsillo para poder extraer el pequeño pañuelo con su nombre bordado, parecía que lo había introducido en lo más profundo del bolsillo de su viejo abrigo. Cuando se secó las lágrimas y fue a dirigirse al joven para conversar con él, perplejo de nuevo, observó que el joven no se encontraba en el banco, ni su mochila. Miró hacia ambos lados, para ver si lo podía localizar, pero no fue así. Cuando regresó la vista al banco, vio un pequeño sobre amarillento, parecía estropeado. Se levantó apoyándose en su bastón y se inclinó para leer su contenido, pero antes de poder abrirlo, vio que habían unas palabras al dorso:

Pequeño Lucas, cuando te encuentres solo, cuando pienses que estas no hay nadie, mira el contenido de este sobre.

“¿Lucas? ¿Quién será?” La letra era muy correcta, no estaba escrita a bolígrafo, parecía más que a pluma. Rompió el borde del sobre y dentro encontró un solo papel, con estas palabras:

Tú eres Lucas.

El acto ha llegado a su fin. Ahora, le toca reflexionar sobre lo sucedido anteriormente. Habrá muchas preguntas en su cabeza, yo no le podré responder ninguna, pero seguro que si se esfuerza, lo conseguirá por si mismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No era la primera vez que lo leía, pero me encanta. Sobretodo el principio, como lo ambienta todo :) soy fan tuya, como la Trueba.

Anónimo dijo...

sobre todo :P